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Gabriela Wiener: la familia, el poliamor y la bisexualidad
agosto 26, 2019

Gabriela Wiener es escritora, periodista, feminista, activista y una de las personas bisexuales más visibles del Perú, conocida por sus obras literarias basadas mayormente en material autobiográfico. El 17 de mayo del 2013, salió del clóset públicamente como bisexual, en conmemoración del Día contra la homo, bi y transfobia, mediante una columna en la que afirma que la visibilidad de personas de la comunidad LGBTIQ+ es clave para tener una sociedad más inclusiva a la diversidad sexual.

Ahora, nuevamente está compartiendo su vida en Qué locura enamorarme yo de ti, una obra escrita y protagonizada por ella misma, dirigida por Mariana de Althaus y parte del Festival Sala de Parto de Teatro La Plaza. En esta ocasión, aborda la crisis de pareja en su relación poliamorosa con un hombre y una mujer, tras el nacimiento de su hijo. 

Nos reunimos con ella para conocer más sobre la obra y conversar sobre el impacto de la representatividad de identidades y relaciones, como la bisexualidad y el poliamor, que suelen ser relegadas a la invisibilidad. 

Cuéntanos un poco sobre qué trata la obra Qué locura enamorarme yo de ti.

Escribí la obra en el 2016 cuando estaba en la cúspide de mi relación de a tres.

Habíamos recorrido un camino de trabajo hacia adentro y hacia afuera, supuestamente para deconstruir cosas que son tan jodidas en las relaciones, inercias de la monogamia y el patriarcado que nos atraviesa a todos. Estábamos cumpliendo el sueño de coexistir todos juntos los tres y ahora teníamos un bebé. Roci venía de las comunas libertarias, del anarcoamor, de entornos muy politizados y feministas; mientras que Jaime y yo éramos una pareja muy consciente y bastante abierta, eso sí menos deconstruidos. Encajamos. Yo llevaba tiempo buscando vivir plenamente el amor también al lado de una mujer. Mi experiencia amorosa y relacional había sido excesivamente hetero. Así que estaba feliz de poder estar transitando ese camino de a tres. Antes de tener a nuestro hijo habíamos pasado una temporada de aventuras, todo lo que implica un enamoramiento fulminante. Pero entonces, cuando acababa de nacer el “mesías del poliamor” (risas), caímos en una crisis terrible de desconfianza que acabó en ruptura. Qué locura enamorarme yo de ti cuenta ese trance doloroso de aprendizaje y ensayo-error en nuestra lucha por amarnos así. Empezó como una performance para purgar mis responsabilidades y hacer recuento de daños. Ahora es una obra de teatro tragicómica, una autoficción protagonizada por mí y dirigida por Mariana de Althaus en la que para variar me pongo a tiro. Duele más y duele menos cada vez.

Foto: Paul Vallejos

¿Por qué decidiste compartir esta parte de tu vida?

Hemos estado copados por el relato del hombre blanco heterosexual que comparte su vida y sus hazañas. Esa ha sido la literatura que hemos consumido, hasta que las mujeres por fin comenzamos a leernos, gracias a tantas que están recuperando esa memoria borrada. Como dice la escritora Josefina Licitra, las cicatrices de los hombres siempre han sido visibles, orgullosas, épicas, como la mordida de un tiburón, mientras que las de las mujeres no, son más bien las del parto, las de la cirugía, las de la violencia de género, las emocionales y han estado mucho tiempo ocultas. Esto es lo que estamos haciendo muchas mujeres y disidentes sexuales, sacando a la luz nuestras heridas y contando nuestras historias de dolor, pero también de alegría y reparación.

Esto es lo que estamos haciendo muchas mujeres y disidentes sexuales, sacando a la luz nuestras heridas y contando nuestras historias de dolor, pero también de alegría y reparación.

¿Qué mensaje deseas que el público se lleve consigo después de ver la obra?

Lo más importante es que la experiencia no se sea solo mía, que mi intención de compartir algo tan personal de frutos y que el teatro pueda ser un lugar de encuentro de vivencias diversas en torno al amor y a la familia que se nutren, se entienden y se acompañan. Mi familia no es un circo freak por no sostenerse solo en la pareja bíblica monógama heterosexual, no venimos a contar nuestra historia para que no exoticen. Solo verán en escena a una familia viva como cualquier otra, que late, que se quiso salir del molde, que no quiso caer en llevar la doble vida de sus antecesores que tanto daño hace, y que por eso se estrella, se duele, lucha contra las inercias del amor romántico para liberarse, y también se recupera de ello y se reconstruye a partir de lo importante. Finalmente, muchas de las personas que estamos luchando por espacio, visibilidad y un lugar en el mundo venimos de experiencias así, únicas, para las que tenemos muy pocos referentes, lo que puede ser algo muy solitario si no tratamos de crear todo el tiempo comunidad. Por eso es tan importante para nosotros decir aquí estamos, para reconocernos entre sí. Ojalá la gente que ha venido y la que esté por venir conecte y sienta que no todo es ajeno y hostil y que pueda verse en nuestras vidas y luchas por ser. Finalmente solo hay ahí un pedazo de humanidad, un parto, unes hijes, unas inseguridades, varios grandes amores.

Mi mayor objetivo es que se vea que ahí está una familia viva, que late, que se duele y que también se recupera y se reconstruye, como cualquier familia, relación o pareja.

Dentro de nuestra sociedad, existen muchos mitos y estigmas relacionados a la bisexualidad. Ante esta adversidad, ¿qué significa para ti tu visibilidad como una mujer bisexual en una relación poliamorosa?

Yo he sido bisexual desde que he tenido consciencia de quién soy. Mi orientación ha sido clarísima en ese sentido, a nivel de deseo y de afectividad. Deseo y amo a hombres y mujeres con la misma fuerza y a veces por temporadas. Ahora las nuevas generaciones ya saben nombrar sus deseos y encontrar las suyas en un mar de identidades muy distintas, pero cuando yo era pequeña vivíamos reprimidas y censuradas, sin saber qué éramos en realidad. Mis relaciones sexuales con mujeres siempre las viví dentro de clóset. Como gran parte de las chicas las primeras personas que me tocaron o toqué fueron mis amigas, porque podíamos hacerlo en los entornos seguros que nuestras familias diseñaban para nosotras: solo con ellas nos dejaban bañarnos o dormir, así empezábamos a explorarnos, a descubrir nuestros cuerpos y el placer. Fue una iniciación hermosa, íntima.

El momento más feliz de una niña de los ochentas que se despierta asustada por las bombas que caen allá afuera era dormir con otra niña dulce y curiosa. En ese momento ni siquiera sabía lo que era transgredir o desobedecer el mandato de la heterosexualidad. Solo era feliz. Los hombres también siempre me encantaron. Y me temo que por mi alto consumo de telenovelas y porque la radio siempre estaba puesta en RBC romántica, tener una pareja siempre fue mi fin en esta vida. Yo me veía al lado de un hombre y tiré a la basura miles de horas llorando por algunos. Mientras mi abuelita cortaba papas para freír y servírmelas como mi pollito, yo veía cómo Leonela se casaba con su violador. Y me parecía normal.

He vivido veinte años de mi vida como una heterosexual monógama. Pensaba lo duro que es ser lesbiana como tantas compañeras que se tardaron un huevo en salir o nunca salieron. Hasta pensaba qué suerte tener un hombre a mi lado y no ser discriminada. Pero con el tiempo descubrí que la bisexualidad también es algo que puede estar en una cárcel, oculta. Mi bisexualidad salía en la juerga, en las noches, en las borracheras. Siempre asociada a un momento de dejarme ir y perder un poco la consciencia. Luego empezamos a hacer tríos, pero también en esos momentos estaba mi marido presente, era algo que hacía con él. Toda mi dimensión lésbica dependía de eso. Así conocimos a Rocío y empecé con ella una relación que es autónoma. Ahora tengo dos relaciones y convivo con mis dos amores.

Yo he sido bisexual desde que he tenido consciencia de quién soy. Mi orientación ha sido clarísima en ese sentido, a nivel de deseo y de afectividad.

El feminismo, parar con otras mujeres que aman mujeres y también con mujeres bisexuales es puro aprendizaje para mí. Y aunque tengo una pareja hombre, me parece más importante darme la mano en la calle con Roci y darle un beso con lengua delante de cien señores, porque a ese tipo de amor le hace falta más visibilidad, el otro ya tiene toda la publicidad del mundo; como también es importante hacer activismo por nuestro amor no monógamo. Para mi fue mas difícil salir del clóset como bisexual que como poliamorosa, pero para otra gente es más complicado salir del clóset como poli, por ejemplo, y lo entiendo porque no todo el mundo está preparado para matar sus prejuicios, pero hay que intentarlo. Es una lucha constante estar en el mundo y mostrarnos exactamente cómo somos. Quizá algún día, de tanto hacerlo, el resto se acostumbre a vernos. Perdimos tanto que hasta perdimos el miedo.

Pamela Vallejos Chavez (ella)

Directora de comunicaciones de Presente ONG. Comunicadora social y especialista en género y diversidad LGBTIQ+. Fundadora del blog Soy Bisexual. Bachiller en Humanidades de University of British Columbia.